La curva que no tomé

Recuerdo perfectamente esa curva.

Era amplia, sin tráfico, con el paisaje abierto a la derecha. Todo invitaba a seguir por ahí, a dejar que la moto fluyera y la mente descansara.
Pero no lo hice. Frené. Giré a la izquierda.
Y no era lo lógico.
Ni lo más bonito.
Pero era lo que necesitaba.

A veces en la vida pasa igual. Todo parece indicar que sigas por donde vas. Tienes un trabajo, una rutina, estabilidad, lo que se supone que debería hacerte feliz.
Pero algo dentro de ti frena.
Y te dice: por aquí no es.

Esa intuición incómoda suele ser el primer aviso de que algo necesita cambiar.
A veces no hace falta caer para cambiar de dirección. Solo hace falta escucharse.

Hoy acompaño a personas que están justo ahí: en el cruce. Algunas lo ven claro. Otras no tanto.
Pero todas sienten esa inquietud.

Y si estás leyendo esto, quizá tú también.

La curva que no tomé ese día… me llevó a muchas otras. Y cada una, incluso las más duras, me acercó un poco más a mí.



¿Y tú? ¿Qué curva estás dejando pasar?